Martín Sigren y Los Cóndores: El equipo de la tierra
Conversamos con el capitán de Los Cóndores sobre cultura de alto rendimiento.

Acababa de terminar el partido ante Estados Unidos en Denver, los Cóndores habían remontado 20 puntos para conseguir por primera vez en la historia la clasificación al mundial de la disciplina. Nuestros jugadores corrían, gritaban, se tomaban la cabeza, algunos entre lágrimas, otros elevados por la euforia se abrazaban con los hinchas. Ese final épico, con remontada, jugando de visita, fue el broche de oro para un proceso marcado por la épica. No tener nada, quererlo todo. La construcción de esa identidad terminó siendo clave para transformar un sueño en un objetivo y dar un paso histórico en el desarrollo del rugby chileno. De eso conversamos con Martín Sigren, capitán, líder y pilar de Los Cóndores, el equipo de la tierra que vuela más alto que nunca.
“Nosotros siempre hablamos que somos un equipo de la tierra, toda nuestra preparación la hicimos en una cancha de tierra. Eso es algo que puede parecer una debilidad, pero para nosotros se transformó en una fortaleza porque nos permitió sentir esa identidad de no ser los favoritos. Venir desde abajo fue una identidad en la que trabajamos y que otros equipos chilenos también han desarrollado. Eso te lleva a ser muy aguerrido, dar batalla siempre, mucha garra y nuestra defensa es un buen ejemplo, es una defensa muy fuerte de mucha entrega. Para el partido contra Canadá llevamos un frasco de tierra de nuestra cancha y antes del partido la tiramos en el pasto donde íbamos a jugar. Lo hicimos porque eso nos permitió recordar porqué queremos ganar más que ellos. Si ganábamos jugaríamos un mundial, pero además el día de mañana tal vez podríamos entrenar en una cancha de pasto. No importa si no lo alcanzamos a disfrutar nosotros, pero seguro que sí lo tendrán los que vienen más atrás. El gesto de la tierra lo repetimos con Estados Unidos y otra vez nos recordó que venimos de un país de gente aguerrida, de esfuerzo y resiliente”.
La idea de esparcir la tierra resume de forma poética el recorrido de Los Cóndores que en 2019 parecía no tener ninguna posibilidad de meterse entre los equipos de élite. No se trató sólo de jugar más concentrado o dedicarle más tiempo a los entrenamientos. Fueron una seguidilla de pasos y estaciones, hitos y sacrificios personales que en tres años tienen al rugby chileno en su mejor momento de la historia. El primer paso, el primer hito, fue contratar a Pablo Lemoine: “Lo comparo con el Loco Bielsa”, dice sin titubear Martín. “Él ha levantado esto, armó una estructura de alto rendimiento, formó y potenció jugadores, trajo el plan maestro con el que pasamos de perder por 70 puntos contra Estados Unidos en 2019 a ganarles en su casa para meter a Chile por primera vez en el mundial”.
"En el día a día nos llega el desayuno y ahí nos miden el peso, nos hacen encuestas para saber sobre la calidad de sueño, la fatiga, si hay molestias en algún lugar localizado, el estrés y el humor. El nutricionista nos pide una muestra de orina para ver la densidad urinaria. Después de cada entrenamiento nos llega una notificación en una app para que respondamos respecto al esfuerzo percibido en la sesión"
A su llegada se agrega la creación de Selknam
Sí, la SLAR fue muy importante en el proceso. Hicimos un muy buen torneo, le ganamos tres veces a Jaguares, el equipo argentino que nos había metido 70 puntos el año pasado. Le ganamos 2 veces en fase de grupos y una vez en semifinal. La SLAR trae el profesionalismo a la región, nos da volumen de juego, competencia, partidos seguidos. Nos dimos cuenta que teníamos nivel para competir, el grupo tenía talento, partidos buenos. Poco a poco nos fuimos dando cuenta que el grupo tenía para soñar.
¿Ese optimismo se fue potenciando en la Qualy ya con Los Cóndores?
Así es, empezamos el año pasado, en julio, enfrentando a Brasil y Uruguay. Le ganamos a Brasil y dijimos tenemos un dedo adentro del mundial. Luego con Uruguay quedamos a 5 puntos, perdimos 10-15 contra un equipo que tiene el doble de tiempo trabajando en alto rendimiento, la mayoría de sus jugadores tiene un desarrollo mayor. Eso nos dio esperanza. Con Canadá si perdíamos quedábamos afuera y si ganábamos teníamos la posibilidad final de jugar contra Estados Unidos, entonces enfrentamos ese partido con la sensación de que era un todo o nada. Si no ganábamos ese partido se sabía que algunos jugadores tendrían que dar un paso al costado, los auspiciadores que se habían metido dando una mano se iban a salir y toda la estructura se iba a desarmar. Mientras le ganábamos a Canadá, Uruguay le gana a Estados Unidos y le gana bien, por 20 puntos, el mismo equipo que a nosotros nos había ganado por 5 y pidiendo la hora. Nuestro sueño estaba ahí y nuestro objetivo era ganarle a Estados Unidos para ir al mundial.
¿Hubo algún momento clave en este recorrido?
Tuvimos dos camps importantes. Estuvo el de los marinos, que fuimos a Talcahuano y estuvimos 18 horas bajo ese régimen. Hicimos el curso de infante de marina A, la básica de infantería de marina. Estuvimos con ellos haciendo trabajos físicos y mentales que son cosas que trabajan mucho, lo mismo con la unión de equipo y la identidad. Fue una locura lo que nos tocó vivir ahí, una de las experiencia más exigentes por las que me ha tocado pasar. Cansancio físico, pero sobre todo el trabajo de la cabeza que aprende a llegar mucho más allá de lo que piensa. Además nos inculcaron mucho el amor por la bandera, el amor por Chile, personas muy patriotas con los que no estás acostumbrado a compartir. Eso fue muy importante porque nos dejaron herramientas, cantos y palabras para gatillar esa fortaleza mental.
¿Se vincularon con la comunidad en Talcahuano?
Sí, hicimos clínicas para los cabros chicos de Concepción y Talcahuano, que fue muy enriquecedor. Había niños con nuestras poleras, que nos seguían, sabían nuestros nombres y nos dimos cuenta que lo que estábamos generando era mucho más grande que nosotros mismos. Después tuvimos un camp físico en Antofagasta y Calama donde entrenamos en la altura. Fue lo mismo, tuvimos clínicas con niños y otra vez tuvimos esa sensación de estar jugando por algo más grande. Estábamos haciendo que personas de allá vibraran con nosotros.
También trabajaron con el mentor y experto en coaching de la Asociación Mundial de Rugby, Craigh White
Sí, trabajó con nosotros durante dos semanas con sesiones cada tres días. El guiaba, pero nosotros hablábamos. Partíamos de lo individual, cada uno identificaba en su recorrido a las personas a las que le agradecía y a partir de ahí reconocíamos una responsabilidad con ellos. Luego venía el presente, qué es lo que me mueve ahora. Después pensábamos en el futuro enfocado en qué legado quiero dejar, mi compromiso con el grupo, la identidad, la misión y qué acciones íbamos a hacer en el corto plazo para ganarle a Estados Unidos. Entre todos englobamos el propósito común en algo concreto.

Lo colectivo es lo más importante
Martín está dedicado totalmente al rugby, tiene un emprendimiento además que se llama Spikeball Chile que comenzó saliendo del colegio. Y aunque la empresa es muy importante en su vida, de hecho estudió ingeniería comercial en la Universidad Adolfo Ibáñez, hoy vive para el deporte que lo apasiona. Eso significa que su foco está en cuidar su cuerpo para el alto rendimiento: “Mi rutina es todos los días levantarme temprano para a las 8:30 tomar desayuno en el CAR que queda en el Parque Mahuida, luego entrenamos gimnasio una hora y cancha dos horitas con un snack entremedio. Después de eso tenemos reuniones individuales, sesiones de revisión de video, almuerzo y ahí ya quedas liberado para hacer otras cosas”.
¿Este estándar de entrenamiento es lo normal dentro de los equipos chilenos?
No, este es un estándar de equipo profesional y selecciones, entrenamientos para el alto rendimiento, alto nivel. Nosotros entrenamos 20 horas a la semana, mientras que un club en Chile entrena 5 horas en la semana. Así que son otros los niveles, el volumen y el involucramiento del jugador también.
Para poder mantenerse involucrado a este nivel necesitas un buen grupo humano, supongo
Tenemos un equipo muy abierto y acogedor. Las últimas experiencias han sido con Selknam donde somos prácticamente los mismos jugadores, salvo los puestos donde necesitamos generar más competencia, ahí se han traído refuerzos argentinos y uruguayos. Ellos, al terminar la temporada lo que más destacan es el grupo y la manera en que han sido recibidos. Somos puros cabros jóvenes que estamos haciendo lo que nos gusta y llegamos a generar una dinámica donde somos un grupo de amigos antes que cualquier otra cosa. Obviamente es alto rendimiento, eso quiere decir que hay competencia y muchos momentos que no son de relajo. Pero nunca faltan las risas, juegos. Los calentamientos incluyen jugar a la pinta, como si fuéramos cabros chicos. Se trata de jugar y eso facilita que el grupo se afiate.
"Enfrentábamos a un equipo del primer mundo, que lo tiene todo y nosotros éramos un equipo al que le faltaba todo y que con nada estábamos tratando de cambiar las cosas. O sea con nada lo queríamos todo. Esa fue nuestra conclusión después del partido en Santa Laura y fue un análisis que sobrepasó lo técnico. Estados Unidos era un equipo de muchos nombres, pero que no sentían la camiseta como la estábamos sintiendo nosotros".
¿Dónde se nota más esa fortaleza del grupo?
En las derrotas. En los triunfos siempre es más fácil construir y en las derrotas puede ser más fácil que surjan estas cacerías de brujas donde uno trata de buscar culpables. Pero en las derrotas hemos aprendido primero a ser muy honestos entre nosotros, eso es clave. Saber decirnos las cosas a la cara. Constantemente estamos siendo evaluados por cámaras de video, entonces si lo que entrenamos no lo hiciste eso se va a ver luego con el grupo. Entendemos que esa exposición es necesaria y que hay que generar un ambiente de respeto y confianza para que se pueda hacer.
Esto para imaginarlo mejor, es que luego de un partido lo revisan todos juntos, analizan errores y se los dicen frente a todos
Claro. Luego de un partido volvemos al hotel y con los que quieran nos ponemos a verlo. Al día siguiente hay una dinámica liderada por los entrenadores donde vemos pasajes del partido, los momentos clave y ahí se exponen las malas decisiones o malas ejecuciones dentro del juego. También revisamos las buenas secuencias que muestran el equipo que queremos ser.
Por eso es tan importante el ambiente de respeto
Sí y no es algo personal, es por tu rol dentro de la cancha. Si los errores pasan a ser repetitivos el que los está cometiendo sabe que para el próximo partido no lo van a citar o no va a jugar desde el primer minuto. Nadie se puede esconder detrás del trabajo de otro porque hay seis cámaras grabando el partido y los entrenamientos. Así también podemos mejorar.
¿Usan los datos para mejorar también?
Sí, en el día a día nos llega el desayuno y ahí nos miden el peso, nos hacen encuestas para saber sobre la calidad de sueño, la fatiga, si hay molestias en algún lugar localizado, el estrés y el humor. El nutricionista nos pide una muestra de orina para ver la densidad urinaria. Después de cada entrenamiento nos llega una notificación en una app para que respondamos respecto al esfuerzo percibido en la sesión. Esto les sirve para planificar mejor las cargas e intensidad en las sesiones de entrenamiento.
¿Hacen feedback uno a uno?
En mi caso siempre trato de acercarme a los entrenadores cuando hay algo que hablar o mejorar. No está tan estructurado, pero sí se generan estas instancias donde se revisa cómo ha estado el rendimiento, qué es lo que hay que trabajar y potenciar para los próximos partidos.
¿Se da en el rugby esto de lidiar en el grupo con egos muy fuertes?
En este equipo no se genera eso. El rugby se enorgullece mucho de la humildad y el respeto que se inculca desde muy chico. No hay espacio para estrellitas, el grupo siempre va a ser más grande que la individualidad. En el rugby no hay nombres en las poleras y es precisamente por eso. No se trata del jugador, se trata del equipo.
Esta misma orientación hacia lo colectivo igual les permite generar nuevas oportunidades individuales
Absolutamente. Estamos con una exposición mucho más grande, jugaremos el mundial que es uno de los eventos deportivos más vistos del mundo. Obviamente uno como jugador empieza a soñar con ir a jugar afuera, en una liga mejor. Pero siempre teniendo a la selección presente porque este grupo le ha agarrado un cariño enorme a jugar por Chile.

Lograr lo imposible
El objetivo estaba muy cerca. Luego de derrotar a Canadá, los Cóndores debían ganar la eliminatoria con Estados Unidos para pasar al mundial. No sería nada fácil, en principio Las Águilas tenían mejores individualidades que los nuestros y los partidos anteriores parecían ratificar este favoritismo para los norteamericanos. Pero Chile estaba en el lugar que más le gusta: Sin favoritismo, sin los focos encima. La presión estaba del otro lado y aunque el partido de ida se perdió, la derrota terminó por reforzar aún más la identidad de lucha y tenacidad de Los Cóndores.
¿Qué pasa cuando termina el partido en Santa Laura luego de la derrota?
Sacamos varias conclusiones, pero al mismo tiempo sabíamos que había sido un partido extraño, la lluvia, las condiciones de la cancha, se cortó la luz. Nadie está preparado para un partido de ese tipo. Recién nos pudimos meter al juego en las últimas jugadas donde pasamos de estar a 8 puntos, a sólo uno. Pero la sensación al terminar es que la podíamos hacer.
¿El camarín estaba muy bajoneado?
Cero. Cuando terminó el partido, entré al camarín que seguía muy positivo y hambriento. Lo dije ese día, yo me fijo mucho en las caras, los gestos, las miradas de los jugadores y ahí logro ver que nosotros lo queríamos mucho más que ellos. Enfrentábamos a un equipo del primer mundo, que lo tiene todo y nosotros éramos un equipo al que le faltaba todo y que con nada estábamos tratando de cambiar las cosas. O sea con nada lo queríamos todo. Esa fue nuestra conclusión después del partido en Santa Laura y fue un análisis que sobrepasó lo técnico. Estados Unidos era un equipo de muchos nombres, pero que no sentían la camiseta como la estábamos sintiendo nosotros.
¿Cómo notaste eso de que Estados Unidos no la sentía tanto?
Se nota cuando hay un relajo, la forma en que se mueven como unidad. En la manera en que ellos estaban trabajando podías notar que no lograban conectarse como equipo. O cuando entra la banca nuestra y tu ves que entran mucho más enfocados que nuestros rivales. Además nosotros los estudiamos antes, sabíamos contra quienes estábamos jugando. Ellos tienen a sudafricanos, ingleses, irlandeses, hay tonganos. Gente de otros países que no necesariamente tienen el sentimiento hacia la camiseta que representan. Nosotros sabíamos que teníamos que ganar porque si lo hacíamos tendríamos la oportunidad de cambiar la historia del rugby chileno, el futuro de los jugadores más chicos. Íbamos a conseguir un cambio cultural mucho más grande que lo que nosotros somos.
¿En el camarín sólo hablaste tú?
Hablé yo, el entrenador (Pablo Lemoine) y uno de los otros líderes. De cierre habló el entrenador.
¿Lemoine habló en la misma línea tuya?
Así es. Nos dijo que Estados Unidos había venido con la idea de que se irían con un partido de 15 o 20 puntos de ventaja y se devolvieron llenos de preguntas a Estados Unidos. Les hicimos sentir la localía, nunca estuvieron cómodos en Chile. Eso se trabajó bien y sabíamos que estábamos en una buena posición para ganarles.
Ustedes pierden ese partido, mantienen el optimismo, pero luego en la vuelta les toca verse rápidamente abajo en el marcador por 19 puntos. ¿Cómo enfrentaron una situación tan complicada?
En el partido en Santa Laura nunca se dio una distancia como para entrar en pánico. Pero en Estados Unidos nos vimos abajo 19-0 y la verdad es que nos la estábamos farreando. No entramos en pánico porque todavía no habíamos podido probarlos, todavía no habíamos hecho lo que teníamos planificado hacer. Entonces es distinto a que si haces todo lo planificado, usas todas tus herramientas y no funciona, ahí te puedes venir abajo. El trabajo que hicimos en ese momento fue olvidarnos del marcador e ir de jugada a jugada. En la medida que los fuimos probando, nos dimos cuenta que eran vulnerables, que les podíamos hacer daño y eso nos mantuvo en la pelea.
Y después cambia el panorama emocional porque hay que cuidar esa ventaja que lograste remontar
Son ventanas que reconocemos y que se nos van abriendo. Nos fuimos al camarín con cinco puntos de diferencia. Listo, se nos abrió una ventana, estamos en un ciclo positivo dentro del partido. Los líderes del equipo tenemos que identificar estos ciclos, reconocerlos, hablar con el líder de juego y adaptarnos a ese ciclo. Cuando estábamos en un ciclo negativo hay que volver a lo simple, no complicarse. Pero cuando entras a uno positivo hay que aferrarse a él, aprovecharlo, porque nosotros estamos en positivo pero el rival está en negativo, con muchas dudas y es un momento clave para ganar esas batallas.
¿Trabajan este lado más emocional?
Sí, se trabaja primero en fragmentar el partido en muchas acciones, muchas mini batallas que tendrás que enfrentar. Probablemente muchas de ellas las vas a perder y lo que nosotros entendemos es que el que primero se reponga de esas acciones perdidas es el que va a salir ganando. No quedarse pegado en los errores, reponerse rápido y enfrentar la jugada siguiente. Hablamos mucho de estar en el presente, usamos la respiración para lograrlo, respiración para la meditación. No estar tanto en tu cabeza, sino jugando instintivamente. Esto se relaciona también con las repeticiones, repetimos mucho las jugadas que hacemos y que tal vez sólo la uses una vez en el partido. Pero la gracia es que se apela al instinto, al movimiento inconsciente, frente a una situación determinada el cuerpo ya sabe lo que tiene que hacer.
¿También se trabajó con Craigh White?
Se trabajó mucho lo de los peores escenarios, de cómo salir de ahí, no quedarse pegado. Hicimos mucho trabajo en identificar lo que podíamos controlar y lo que no. El referato, el clima, la cancha, el juego que ellos iban a proponer. Nos mostró que lo importante es mantener el foco en lo controlable. En todas sus sesiones estuvimos haciendo tinas de hielo. Nos metíamos todos hasta el cuello, manejando la respiración, controlando el pensamiento en base a la respiración. Al final ya estábamos entrenadísimos para aguantar.
¿Y tu rol de capitán también es muy relevante, no?
Soy una especie de termómetro desde los jugadores al staff. No solamente yo, todo el grupo de líderes del equipo lo hace. Manejamos la temperatura del grupo, apretar cuando hay que apretar, tirar para arriba cuando noto que alguien está mal. Alinearlos a todos para ir hacia el mismo lado. Luego hay otra parte que es vincularse más con el medio, hablar con periodistas y eso. Pero dentro del grupo es mantener la brújula para que nos movamos en la dirección correcta. Lo más importante de todo es el ejemplo, liderar con el ejemplo. No sirve de nada llenarse de buenas intenciones la boca si después no cumples. Se lidera con el ejemplo, llegando a la hora a los entrenamientos, poniendo buena energía, ese liderazgo es el que trato de ejercer, contagiar al otro con lo que uno hace.
Ahora viene el mundial ¿Cómo lo encaran?
Faltan 14 meses para el mundial y el espíritu nuestro es consolidar esta estructura y trabajo que hemos venido haciendo. Aprovechar esta locura que se está generando alrededor del rugby para consolidar la federación y el equipo. Atraer a más gente, que más personas se sumen para que esto que hicimos siga sucediendo. Luego como jugadores el mundial es para ir a disfrutarlo.